Julio Cortázar: Siestas

 


   La manera tan personal de narrar, la manera única y tan envolvente de narrar del Cortázar dueño de un mundo propio y una forma de mirar diferente y más profunda late en todo este cuento. No se puede contar mejor el trasvase de la realidad al sueño, la confusión realidad/sueño. Es un todo homogéneo y acechante, sombras que no son sombras y personas que son personas y palabras y una amalgama de gestos y de palabras que confunden, hieren y amenazan. Las láminas crean otra vida real y son vida real más allá de lo que proponen, que se vierte en la realidad oculta de caricias y de descubrimientos del cuerpo y del placer, hasta que agobian y mutan y anulan la vida real, que es solo un adminículo de lo soñado y lo imaginado. 
   Cortázar pleno en un relato no tan comentado ni celebrado, pero no un relato menor, no un tanteo. Y un relato valiente, poderoso de realidad de adolescentes y de tías fisgonas y castradoras, innegable retrato de personas conocidas, ejemplo de un tiempo y una educación limitadora, ciega. Por supuesto, hay un efecto final, pero no sorprendente ni conclusivo a la fuerza, sino continuador de cuanto se nos ha sugerido antes, algo que siempre alejará a Cortázar de los que buscan el puñetazo final y lo basan todo en el efecto último. 

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