Julio Cortázar: Reunión con un círculo rojo

   


   A Cortázar le gustaba cambiar, le gustaba indagar, mover la perspectiva, trastocarla: no escribía en horizontal, como todos, sino de otras muchas maneras, de todas las maneras posibles. Formaba parte del juego, claro, pero también de la búsqueda, la incesante búsqueda que lo hizo libre y a sus textos siempre nuevos, inmediatos, vivos. Reunión con un círculo rojo tiene mucho misterio, provoca sensaciones punzantes, no deja indiferente gracias a la elección del punto de vista inesperado, que rompe con la horizontalidad, lo conocido, lo vulgar y esperable: esa voz que susurra mientras ocurre lo que esperabas es un logro de autor, claro, y no menos un acierto de quien se atreve y se arriesga, se esfuerza para contar desde donde antes nadie lo hizo, como nadie antes se lo planteó: y desemboca en un relato de miedo, un relato que te arranca un escalofrío real si sigues con atención lo que se muestra ante tus ojos, si comprendes que hay más y que a veces lo que aguarda no se entretiene con una sonrisa ni elaborando una explicación mustia y consoladora. 

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