Julio Cortázar: En nombre de Boby

   


   El método Cortázar aparece aquí pleno: el relato es pura sugerencia, puro mostrar ocultando lo esencial, pura atmósfera. Algo así como el sistema Hemingway: la mayor parte queda bajo la superficie, y solo vemos lo que puede contarse y puede verse, que en verdad no es lo esencial, no es lo decisivo. El método Cortázar exige que el lector participe, añada sus conocimientos, sus ideas, sus emociones. Si Cortázar lo contara todo, no habría magia ni más emoción que una: la que él nos indicara que deberíamos sentir, para lo que el tono, las palabras y el estilo de las frases actuarían abriendo una dirección y cerrando todas las demás. 
   Cabe añadir que en este relato, como en muchos otros, no hay un claro elemento fantástico, una inmersión o caída o sobrevuelo por otro mundo, otra realidad mostrada en bruto: así, Cortázar, con su método sustractivo, no miente, no inventa lo que acaso descalificaríamos de un plumazo por ingenuo, demasiado transparente, insensato o excesivamente complejo: será el lector el que ponga o quite, el que quiera ver más o justificar, el que pase las página sin más y decida seguir leyendo cualquier otra cosa o se detenga y siga dándole vueltas a lo leído e intuido. 

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