Leer a Cortázar

 



   Porque un día, con cuarenta y seis años, piensas que nunca has leído a Cortázar sino de una manera únicamente literaria, embrujándote con las palabras, los ritmos, las invenciones, pero acaso es el momento de leerlo como lees a Dostoievski, a Camus, a Sartre, a Sábato, a Böll, a Moravia, a Baroja, a Marsé, o sea, creyendo en lo que se te dice, atisbando en los contenidos, tras las escenas, al fondo de los pensamientos de los personajes, y acompañando a estos, siendo su cómplice y no solo un observador. Leer a Cortázar como lees a esos autores con los que meditas sobre el mundo, porque el mundo no es solo esto fácilmente visible, esta costumbre de madrugada seca y medianoche de obligado sueño, este camino de una sola vía, de una sola explicación, de una sola dimensión. No leer a Cortázar como hace años, disfrutando pero desdeñoso con esa realidad otra, distanciado porque Cortázar es para cuando tienes 20 años, porque Cortázar es juego y distracción: leer a Cortázar como leías a los autores del realismo social, a los del realismo a secas, a los del psicologismo más puro, a los del compromiso mayor con la realidad. Leerlo sin miedo a no comprender o a comprender mejor, a cambiar o a tener que cambiar, sin ansias de exploración pero sin negarte a saber que si no cambia el color de tu mirada quizá no veas más que lo borroso inmediato. Leer a Cortázar con cuarenta y seis años con convicción, sin miedo a mirar hacia los veinte años ni hacia los sesenta años, sin prejuicios y sin ataduras que ligan a lo definido como grande o pequeño, como creíble o como producto de la imaginación. Leer a Cortázar por primera vez aunque lo has leído tanto.

Entradas populares de este blog

Julio Cortázar: Cambio de luces

Julio Cortázar: Silvia

Julio Cortázar: Orientación de los gatos