Matilde Asensi: El origen perdido: Curar con las palabras

 


   La novela tiene una trama fascinante y un desarrollo que en ningún caso se presenta acelerado, espasmódico: cada descubrimiento precisa de un tiempo de investigación y de encaje de piezas, como debe ser. Cuando se llega al momento en que la autora nos habla, por boca de sus personajes, de la curación mediante la palabra, es un buen momento para pararse, meter un dedo en el volumen y pensar un poco. Curar con las palabras. Sí, ¿ por qué no? Curan de esa manera los expertos en el cerebro y sus enfermedades del alma, curan los amigos con consejos, las madres y los padres, las parejas comprensivas. ¿Ir más allá? Bueno, quizá ya es despeñarse: curar enfermedades del cuerpo con palabras podría ser una innovación, un camino a descubrir y perfeccionar. No le gustaría a la industria farmacéutica, dedicada a las enfermedades cronificadas, pero sí a cualquiera con poco o con ningún dinero. Sanadores de las palabras. Qué bueno. Aunque solo sea durante un rato y en la ficción. 
   Pero después viene el golpe: enfermar mediante el uso dañino de la palabra. Si hay quien cura, habrá quien enferme a propósito, malignamente. El dedo sale del libro, el libro sobre la mesa, y a pensar. Esto sí que da para un rato largo, esto sí que parece aún más real, tristemente. Políticos, envidiosos, malos amigos, malos padres, malos educadores, malos médicos: qué daño son capaces de hacer. Enfermar lanzando palabras. No parece ficción. Busquemos el antídoto. 

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