Stephen King: 22/11/63: Muere un amigo

 


   Se despide del amigo muerto dándole un beso y diciéndole: Que duermas bien, socio. 
   La escena es de las mejores del libro porque no hay un peso excesivo en lo patético ni se busca la lágrima fácil del lector alargándola, llenándola de detalles enternecedores pero falsos que arrastren y que, una vez pasada la escena, podrían dejar un regusto a falso, a forzado. King defiende que ha de narrarse, que lo importante es siempre lo que viene a continuación, y lo demuestra sin parar en todo el libro. Esta imagen del amigo que ha muerto merece, sin embargo, un momento de calma, una paradita, una mirada por la ventana antes de seguir leyendo. Es un momento muy importante de la novela porque desaparece un personaje que también lo es, hay una vía que se cierra y a la vez una vía que se muestra ya inexorable. Admiro la sencillez con que se llega a este punto, con que se dice y se muestra, con que se empuja sin forzar ni mentir. El arte del buen novelista a veces se exhibe con un gran equilibrio intuitivo que lleva a pasar casi de puntillas por lo esencial, como si hubiera recato, pudor. Y eso el lector cómplice lo percibe y lo valora. 

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